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jueves, 17 de marzo de 2022

DANZA PARA MISHA

 

Jóvenes ucranianos con traje tradicional (con vyshyvanka). Para un nativo o conocedor de dicho folclore, vestir la vyshyvanka (camisa tradicional) es un suceso especial, emocional y espiritual. Significa todo lo bueno. Simboliza amor, bienestar, salud, familia, decencia, festividad, belleza, tradición, patriotismo.

Danza para Misha

   Día veinte desde la invasión. Nuestra tierra se defiende, ¡sigue viva! Sobre el barbecho pisoteado retumba la guerra y deja muertos sin contar. Tenemos el pensamiento ametrallado, nuestra alma en una grieta que se abre y no cierra como la puerta del gallinero; los dientes llevamos apretados en las manos, a ratos saltan por los aires... En la frente nos han sellado la marca del refugiado. Nosotras, (mujeres tristes), madres, hermanas, hijas, nietas, tías, abuelas, sobrinas, ahijadas..., esperamos... Permanecemos en la casa familiar tejiendo redes de camuflaje y vendajes para los soldados. Al medio día han traído a Misha herido y sin aviso. Él es el soldado más joven de nuestra familia y estaba en la universidad cuando fue llamado a filas. La urgencia no le permitió despedirse.

   Nuestra puerta se abre y todos los ojos de la casa se alegran al verlo. El corazón de nuestra casa llora y canta como un verdadero cosaco de la estirpe Razin. Afuera nieva, caen trozos del cielo blanco y negro.
   !Estás vivo! Decimos al unísono las tristes mujeres de la casa.

   Nuestra dacha de cal y menta está hecha de trazos entrañables y cubierta de hazañas de los héroes que la defendieron; en sus paredes adornadas con fotos y recuerdos del pasado, descansa la bandera del abuelo Mijaíl como un legado siempre despierto; blancas cortinas con bellos bordados ondulan secretos de amores en las ventanas. Aquí se alza un hogar hospitalario y amable, donde el primero que se levanta cada día es su latente corazón, y canta con su bandura junto a las malvas del jardín. Nuestra casa abraza con ternura a nuestro soldado herido y él nos guiña con su rostro ingenuo, porque aún es casi un niño de pelo rebelde y piernas gráciles para el baile.

   Y entonces nuestros tres gatos del Bosque, los dos perros Siberian, las ocho gallinas de Poltava y el parral Merlot, se han acercado hasta el porche a saludarle. Misha, aún sin poder levantarse por su pierna machacada, ha tendido la mano con firmeza a cada uno de nuestros amigos, y con la voz entrecortada les ha manifestado su agradecimiento: «Дякую, дякую, друзі мої».

   El parral, algo pasado de vodka y tambaleándose de frío, le ha entregado un racimo de uvas prematuras a medio tintar. Los tres gatos le han regalado unas botas nuevas que habían robado a un rico comerciante ruso. Las gallinas le han ofrecido un solo huevo amarillo dorado, «están los tiempos escasos», han cacareado un poco avergonzadas. Nuestros dos husky han danzado para él una hopak con gracia kozakí. Y Misha, ha vuelto a sonreír... Ríe a carcajadas viendo los armoniosos saltos acrobáticos de Kay y Kyra... Y entonces ha chocado las palmas de sus manos como tambores impetuosos y ha hecho rugir contra el suelo la bota de su pie bueno... Hop, hop, hop... Kозаки !

   Y nosotras, llenas de sorpresa, le hemos entregado un pañuelo de lágrimas de rosas entre suspiros... Gracias a los pajarillos del huerto de Sveta, que se han puesto a cantar como locos sobre el viejo nogal y han animado nuestras voces; y así, inflamadas de esperanza, hemos comenzado a cantarle una canción de bienvenida que habla de una casa blanca, mientras la tetera silva y el pan se tuesta... Hop, hop, hop!

Хата моя, біла хата,
В білому світі одна.
Пахне любисток і м’ята,
Мальви цвітуть край вікна”.
🌻🌻🌻
Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!   
Note: Queridos lectores, amigos de esta orilla, gracias a todos por vuestras lecturas, palabras y cariños. Hoy me acordé de Mayakovsky, nuestro poeta ruso admirado, ahora y siempre. A él, que anduvo siempre entre guerras y que estará al lado de los sabios que no aguantaron, le dedico este relato, estas canciones, esta esperanza en que los días del mundo cambien. Aunque el mundo siempre anda manchado de sangre y matando libertades ¿será que el sufrimiento de lo vivo es la fuente donde beben las estrellas? Ah, ellas, las libres... Las buenas. Y cantad, cantad, para que vengan a la ventana los gorriones... 🌞🙏🌻🤗 Y es que a veces una canción nos eleva y salva... 



domingo, 9 de agosto de 2020

LA PASEADORA DE MUÑECAS

Imagen de: Monika Sandrová (Praga, República Checa).



La paseadora de muñecas

   Fue a finales de julio. Recogíamos los primeros girasoles  de Ucrania en nuestros recuerdos de maletas exprés. En la calle principal del pueblo fronterizo con Polonia, donde el viento aúlla casi siempre, hacíamos las últimas compras para la vuelta. Y al salir del centro comercial, cargados con regalos y ramos de kalina, nos topamos con una anciana desafortunada que cuidaba su carrito de bebé sobre la acera, mientras sonreía a la gente que pasaba. Ella era muy pequeña y vestía su pobreza sin mascarilla. Parecía una niña arrugada con su pañuelo anudado al cuello y sus dos cuevas brillantes.

   Me acerqué para ver qué había debajo de una mantita con pequeños girasoles bordados, ya desdibujados por el tiempo y la suciedad. Había tres muñequitos. Una muñeca rubia, con la melena desaliñada y sin un ojo; otros dos muñecos ya calvos, desnudos y sin brazos. Ella, al acercarme, los abrigó hasta los ojos y colocó con cariño unas mascarillas descoloridas sobre sus cabezas. Desde su curvatura y pequeñez me miró con dulzura, extendió su mano como un cuenco tembloroso y me pidió algo de comida.

   —Їжа, їжа ... дякую. Бог заплатить вам (Comida, comida... Gracias. Dios se lo pague).

   — сама, сама... (sola, sola).

  En el carrito dejé unos melocotones y una porción de medovik (pastel de miel) que había comprado para Sveta. En su mano dejé 30 grivnas. Ella sólo repetía: "Дякую, Дякую"... (Gracias, gracias). Desbordaba bondad y ternura, casi irresistible...

   Después, en la cena, al comentar nuestro encuentro en la casa familiar, Yuri, nos contó la triste historia de la “Маленький божевільний” (Pequeña loca). La mujer, que no tenía parientes, enviudó joven y quedó con sus tres niños sola. Al siguiente invierno de su tragedia los niños enfermaron de un virus desconocido y murieron. Fue un shock para su mente. Ella se quedó en aquel día, en un tiempo de crianza permanente.

   Desde entonces pasea a sus niños en un carrito de bebé destartalado, camina las calles sin prisa pidiendo comida, sola y sola. Ya pasaron más de sesenta años. Pero jamás la ven llorar. Todos saben que es una iluminadora, incluso creen que da buena suerte mirarla porque en sus ojos, dicen, hay algo de dios que casi ciega. 

   También yo recordaré su imagen sin mascarilla por mucho tiempo.

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Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.


Gracias, lectores. 🙏
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viernes, 3 de enero de 2020

MEMORIA DE UN NAUFRAGIO


 "After the wreck" (Amanecer después del naufragio).
Pintura de William Turner (1775-1851). Paisajista inglés.


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Memoria de un naufragio


   El mar arrojó mi cuerpo a la orilla. Toda yo, blanca como una luna de mayo, permanecí tendida sobre un tiempo muerto; fueron horas, días, o quizás un siglo desvelado de observar la espuma que levantan las olas.
   El sol estaba enfermo o escondido —supuse—, porque no sentí su calor ni el aroma que suele despertar en lo vivo, cuando él se planta. Las montañas eran nubes oscuras en líneas de horizontes amortajados. Y por encima de mí, ni una voz cálida, ni un vuelo de pájaro, ni un pétalo de rosa... Abrí los ojos. Volví a cerrarlos.

   Era el día de Navidad en aquel mundo de orilla urbanita, así me dijo una voz en un francés precario que yo entendí. Magullada y huesuda, sobre una camilla, “rompí aguas” de camino a algún hospital... No sabía de dónde venía ni dónde estaba.

   Entonces, en mi mente cansada, el llanto de un niño recién nacido, llora. Y yo busco a la madre y ella fue a buscar leche y alimentos... Un niño llora y nadie acude. Yo corro a su lado y lo tomo en mis brazos y quiero amamantarlo... Pasan las horas, mis pechos no tienen leche... La madre está buscando en las sombras, remece hojas secas, escarba en la tierra... Y el llanto del niño no cesa y en mis brazos el dolor se hace punzante...
   Comienzo a caminar sonámbula en la noche fría, voy detrás de los árboles que huyen. Me adentro con ellos en el vientre de la montaña, buscamos calor que no nos calcine. Me siento junto a ellos en el Hogar de los que no retornan al mágico camino de la risa. Estamos en silencio, ellos con sus copas cabizbajos; yo, con mis brazos caídos.

   Y de nuevo un llanto de niño recién nacido se cuela entre las rendijas tristes y creo que revivo. Algunas ramas revolotean como si quisieran alcanzar sus gorriones perdidos. Una estrella aparece en la ventana como una pirata legendaria y me guiña un ojo.
—¡Despierta! ¡Es una niña!— Oigo una voz agradable que resuena en mi oquedad, trae una esperanza y pan en un cestillo. A lo lejos, un perro chalanea con el aire, despiertan a las viejas ojeras de los mares.
¡Hemos nacido! —me digo incrédula—. De mi pecho brota leche. El llanto cesa.

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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

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viernes, 19 de julio de 2019

EL PINTOR DEL MAR


El pintor del mar


   Hace unos años, en un viaje a Varna, conocimos a un extraño que nos dejó honda huella. Recuerdo la historia de Borysko, un excomandante del ejercito ruso de la época en la que colapsó la Unión Soviética, y que había terminado alcohólico y sin hogar. Vivía en la playa. Solía pintar el mar y mientras lo hacía, susurraba el sentimiento que lo invadía. Algunos se paraban a escuchar su soliloquio y mirar sus garabatos. Pero nadie se quedaba mucho tiempo junto a aquel loco exiguo. Mi familia y yo, sí nos quedamos.
   Era nuestro último día de vacaciones y fuimos a despedirnos del mar negro. Al ver a Borysko en aquel trance frente al mar, nos sentamos sobre la arena a su lado y lo escuchamos hasta el final de sus pinceladas.

   Antes, en aquella mañana de julio, disfrutamos de una visita al Museo Arqueológico y sus famosas reliquias tracias de seis mil años de antigüedad, después almorzamos en el parque Primorski. Salido de una luz marina, apareció el hombrecillo de pobre aspecto, abigarrado y con barba de mil años. Cargado con sus bártulos se encaminó en dirección al paseo marítimo. Fue nuestra pariente Katiusha, la que reparó en su guerrera de combate desnutrida. En su pechera, sin embargo, lucían un sin fin de medallas con estrellas doradas, rojas y plateadas, que lo hacían brillar como un nacimiento de solecitos. Recuerdo que Katiusha se emocionó como la voz de una antigua canción de amor que sonaba...

   En un rincón de la playa de Varna, volvimos a verlo esa tarde. El viejo soldado pintaba olas. Le hablaba al mar y blandía su pincel como un fusil que sabe de victorias. En mi cuaderno de viaje plasmé su voz gemidora, junto a un plumón que el viento trajo en un revuelo...

   “Soy un hombre perdido. Perdido como un perro vagabundo sin calle donde dormir. Como el diente de león en los páramos. Como el olvidado en el corazón de Siberia... En tu orilla, ¡oh Negro!, mis manos se baten con las olas y se hacen blancas.... Recogen miradas que cayeron al mar desde su historia...
   Algunos transeúntes me dejan en el cestillo monedas para un trago; otros dejan panecillos que no puedo roer; pero a veces, algún niño me deja una chocolatina envuelta en sonrisas. Los niños me comprenden. Iluminan con su chispeante dulzura mi diario amargo...
   Soy un hombre solo. Solo como el «yo» sin atisbo de Verbo. No tengo compañeros de patio. El tiempo de jugar ya pasó...
  Las olas saltan, me alcanzan de lleno y entonces las prisiones se abren y yo escapo con el mar. ¡Pobre pintor!, —alguien dirá—. Pocos son los que compran mis dibujos. Pocos se llevan esta impronta en lienzos. ¿Acaso importa? Yo siempre he pintado para el ojo del mar...
   Trazo la cara del mar en su cárcel, en su arboleda de nubes, en su viento errático cargado de muerte; y en su lengua rastreadora y en sus raíces sin nombres, coloreo la herida. En los verdes olimpos y en las azules Ítacas de los valles del mar, remezo el arcoíris que ayer cerró los ojos...
   Deslizo el pincel, recojo otra mirada perdida y, ahí queda el mar prolongado. Trazo instantes, pinto melodías de suburbios trasnochados de tempo, que salta enjabonado de espuma. Que apenas se deja acariciar...
   Desde este ángulo, el mar y yo, somos la misma esquina. Incontables manos que se dejan llevar por el vaivén del empuje del vientre indómito. Un mismo estallido. La misma explosión... El mismo abandono a lo que surja mientra la gaviota picotea... Él y yo nos hacemos un hueco entre luces y llamas, saciamos la bravura del oleaje con baños de purpurinas...

   El mar habla continuamente. Lo escucho a barlovento. Cuenta proezas, le dejo narrar... En sus pergaminos coralinos guarda la sangre que derramé... Agradezco a quien pasa y nada pregunta, porque ya no recuerdo el origen de mis palabras solubles, y si hubo un lugar donde habité en sus desfiles...

   Vengo a esta playa como una costumbre de mis pies, por la inercia de mis botas. Admiro el mar, vuelco mi nave desolada en él. La que olvidé como una rosa en el viento. La que dejé al albedrío de los naufragios.
   Soy pinceladas demacradas de aquellas guerras que me abandonaron. Mientras dibujo, hay peces con suerte que escapan de las redes; un niño pasa corriendo detrás de un globo; una paloma herida se duerme a mi lado. Un ala delta sobrevuela la ensenada, deja su ruido arácnido. Y una joven sirena cae del cielo, se levanta de las arenas y se abraza a un joven sirenio con melena de león y maleta de leopardo. Acecho al sol en su baño de horizontes... La vida anda ajena a los eclipses. Aplaudo en mi interior la fuerza que no la derrumba. Porque yo una vez también fui Fortaleza.

   Mientras dibujo explosiones de burbujas y sales, me sacio con abrazos que otros se prodigan. Me conformo con la dolencia que tritura el día. Pero yo nunca fui éste que soy. No. Yo, era...
   Una vez fui otro. Sé que tenía un verbo interior que sabía conjugarse sin herir el idioma. Yo era más que un simple infinitivo, más que un nombre en decadencia. Y podía nacer en besos, y crecía en mil sabores...
   Ahora mis dudas pesan más que mis años. Y mis años ya no recuerdan sus canciones...

   Hoy es el día: ¡A tus órdenes, Negro!
   Soñoliento estoy entre turbulencias. He llegado al desquicio inenarrable. Es la hora, suelto mi mano. Ella dejará de dibujar... Cuando el día se aleje a su trinchera, también yo me iré... Mi mano acaba de caer y a mi alrededor, algunos ojos me admiran extrañados... ¡Oh Mar inconquistable, alza tu mano y pinta!”.

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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

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Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Para vuestro interés sobre la tierra de Bulgaria, dejo enlace sobre qué visitar  de sus muchas maravillas:


viernes, 29 de marzo de 2019

UN PIZARRO EN PRAGA



Un Pizarro en Praga


    Detrás de la puerta un pequeño de siete años miraba por el agujero de la cerradura. Se oían pasos agitados, gente corriendo sobre las puntiagudas piedras recién lloradas.
  Un golpe fuerte aporreó la madera. El niño se asustó y apartó su cara. Desde afuera, una voz cruel llamó: «¡Manuel Pizarro!»
  El padre, con los ojos temblorosos, miró al niño y le dijo en voz baja: «Escóndete en el pajar detrás de los burros. ¡Corre!»
  Se abrió la puerta. Se oyó un golpe seco y un: «¡atad al rojo y ponedle la venda bien fuerte en los ojos! ¿Creías que ibas a escaparte? !Tira!»
  El ruido fue alejándose y la calle silenció sus piedras. El niño salió del escondite, corrió hacia la calle hambriento de respuestas. En medio de la calle quedó solo. No había nadie en las ventanas, nadie a quién preguntar. Todas las puertas cerradas.
  Pasaron noches invernales y noches de soledades pálidas sobre la calle sin voz. Pasó el tiempo ojeroso arañando el dolor vivo sobre su piel. El niño cumplió diecinueve años. Dejó de mirar a las piedras asustadas de la calle y dejó de esperar a su padre. Dejó de llorar. Miró sus pies desnudos que ya se hallaban en un camino extranjero...

   Después de doce años trabajando por un trozo de pan para el señor alcalde y dueño de casi todos los olivares del pueblo, decidió cerrar la puerta de su casa huérfana, para siempre. Le dio las gracias al delator por haberle dejado ir al colegio algunas veces, por haberle regalado las ropas usadas de uno de sus hijos durante aquellos años de servidumbre. Pero aquel joven sabía con certeza, que el viejo alcalde jamás redimiría la culpa de aquella noche delatora. Su venganza sería irse lejos y no volver nunca a la patria sin memoria. Una patria que no había tenido interés en contarle las verdades que ocurrieron en las calles empedradas. Aquel año de 1948 se reabrieron las fronteras franco-españolas. Esta noticia fue de vital importancia para muchos jóvenes que quedaron huérfanos por la guerra como mi abuelo Román Pizarro.

  Por último se acercó a despedirse del río Tajo y dijo adiós para siempre al puente de Alcántara. Puente emblemático, aún manchado de sangre en las comisuras de sus piedras, donde en el 36 los fusiladores se jactaban del certero tiro en las cabezas. Desde allí tiraron a su padre y a muchos otros desaparecidos. Pero todo había quedado oculto y mudo, difuminado entre aromas de romero y jara bajo el sueño de Caesarina...

  Muchos años después, mi abuelo, nos contaba historias de la guerra de España, de la noche que se llevaron a su padre para siempre, de las calles de piedras de su niñez, mientras paseábamos por la plaza de la vieja ciudad de Praga. Mi abuelo nos decía con tristeza que, aquella guerra civil nunca se aprendió en las escuelas, y sin embargo, sentía un gran cariño por su tierra natal, estaba muy orgulloso de su origen español y de su apellido “Pizarro”. 
  Él siempre llevaba en las manos un pequeño libro de poemas del poeta Vladimir Holan. Le recitaba a las palomas con mimo, como si quisiera que sus palabras volaran por encima de los tejados y bajaran a beber en el río... Dolor y pena, recuerdos y añoranzas... ¿Quisieras ser de nuevo joven, vivirlo todo de nuevo?". Quizá porque se acordaba de otro río y de otra tierra de pizarras...

  Una tarde de mayo, la mirada de mi abuelo se fue con el río Moldava. Sus últimas palabras fueron: “uno es de donde ha aprendido a vivir”, recordando a su compatriota Max. Las palomas revoloteaban a su alrededor alborotadas, o quizá le recitaban ¿quién sabe? La fina y suave lluvia resbalaba en su cara, brillaba en las piedras del viejo puente...

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Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

(Esta es una historia de España que mi abuelo me contó. La historia está ficcionada para preservar el anonimato).

lunes, 27 de agosto de 2018

POR EL CIELO, A POLONIA

Gdansk, Polonia.
"Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando".

"Pobudzam moją pamięć,
może coś w swoich gałęziach,
odrętwiałe przez lata,
wyjdź nagle voland ".

Wisława Szymborska. Escritora polaca.
(Premio Nobel de Literatura 1996).


Por el cielo, a Polonia

En la estación de embarque todo fue precipitado:
las maletas se adelantaron. Au revoir!
Mansas ovejas en la sala del matadero,
todas las maletas quedaron en Stand by.

Al pasar sobre las nubes se ven
atardeceres cobijados en sus lomos, sonrojados
de soles, esperan a las grullas en su vuelta de África;
—los ombligos se encogen, cosquillean los pies—.

La pequeña niña agita su mano con emoción
igual que un ala en su primera aventura.
¡Todo es tan ingenuo en las alturas!

La distancia en el cielo es un ojo fantasma, extraño;
con la misma pregunta sin respuesta parpadea,
se confunde entre millones de seres intrigados
en las ondulaciones del rumbo.

Se unen al viaje rumores del este, 
aleteos de pasajeros veloces,
tormentas aulladoras, eléctricas;
las grandes bocas de humo...

Recuerda a las líneas de salida de olímpicas carreras.
A una estampida en llamaradas en las dependencias del eco.
Todo se anuda, precipitado, al cuello del viento:
¡Ristras de pañuelos! Bienvenidas y adioses.

Todo sigue la corriente de un rutinario
de plegarias hasta su desembocadura.
Y entonces se abre la puerta tan esperada,
—la gran puerta donde arriba el viajero
ávido de indicios por descubrir—.

De par en par se muestra la ancestral memoria
en los ramales lucientes de su arboladura.
Las jaulas humanas, cercadas de pasado,
trasnochadas en violines de rojo y gris;

los barcos de guerra que ahora son palomas.
Nobles paraísos, iluminados,
vislumbran los sueños de la ciudad cautivadora
de almas. Mon amour, Varsovia: Je suis ici! 

🌹🌹🌹

(Poème recueilli dans mon journal Voyage, Août 2018).


Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia. (Pałac Kultury i Nauki).

Krakowskie Przedmiescie.

Panorámica de Varsovia (Panoramiczny z Warszawy).

Gracias, lector.

Feliz tiempo, allá donde te encuentres...
Bon moment, où que tu sois...
Щасливий час, де б ви не були...
Szczęśliwy czas, gdziekolwiek jesteś...
Happy time, wherever you are...

Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Nota: Las imágenes de este post no me pertenecen, están tomadas de internet y solo tienen permiso para uso editorial. Gracias.

viernes, 6 de julio de 2018

INDIFERENCIA


"Perdidos ya, sin mástiles, ni islas paradisíacas...
¡Mas oye, oh corazón, el canto marinero!"

"Perdus, sans mâts, ni fertiles îlots...
Mais, ô mon coeur, entends le chant des matelots!"
Stéphane Mallarmé.

***
Indiferencia

Nuestras almas fueron olvidadas
como polvo en la distancia,
como el sueño que jamás arriba.
Y fue la bestia con su ardor de fauces
puesta en las puertas,
para esconder todos los soles,
para cerrar todas las alas.
¡Y el mundo tuvo un placer infinito!
Porque en los cielos
ya las aves no hacían ruido,
porque en el mar,
la luz se hizo una grieta.
Boca grande, ¡oscura boca!,
donde acabaron engullidos
los pequeños amores embrionarios,
las flamantes inocencias
y las rosas.
Y los minúsculos dolores de la vida,
y la ternura en su raíz,
y el color nuevo.
Nuestras almas
fueron volcadas al olvido,
y el feroz bestial —de humano elenco—
reventó en las venas del aire,
sangriento, aterrador,
árido de amor fue decayendo,
mordiendo cada intento de pureza.
Y quedaron inútiles las tardes.

*****
Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

*****
Gracias, lectores. 🙏
Merci beaucoup à tous!

Porque no queremos convertirnos en sombras. Quizá el mañana nos regale algún beso, o una última palabra amiga... Versos.

Feliz tiempo, amigos. 
Os animo a leer. Leed en voz baja escuchando los sonidos de la tierra y los de vuestro corazón.

Je vous encourage à lire à voix basse.
Lisez à voix basse en écoutant les sons de la terre et ceux-là de votre coeur.
Un bonheur vous a désirés!

sábado, 17 de febrero de 2018

MIRADOR

Antología literaria de varios autores.




Os presento: Mirador.

Una antología literaria con diferentes obras creativas en asociación libre y en la que participo junto a otros compañeros.

Disponible en amazon:


Aportan en ella su creatividad los autores: ©Auroratris, Nino Ortea, Athenea, Lyvy, Xan Do Río y Clarisa Tomás.

El proyecto ha sido una idea de Nino Ortea , también ha sido el encargado de la coordinación del proyecto, edición y composición del libro para la colección "Perspectivas" de la Autoeditorial LIBRELENA: Nino.

Colaboraciones especiales:
Ilustración interior para El valle de las piedras: "Masha" ©Cristóbal Alcaraz. Todos los derechos reservados.
Colaboración literaria en "Alba" ©Rafael Sánchez Ortega. Todos los derechos reservados.

Todas las colaboraciones son geniales y estoy segura que no os defraudarán.

"Esta antología llega a ti, lector, con nuestra intención sencilla de compartir sentimientos, avivar sensaciones y alojarse en tu recuerdo.
Gracias por confiarnos tu interés y tu atención. Gracias por hacer de éste tu mirador (re)creativo". (Fragmento de la introducción, Nino Ortea. 24-1-2018).


Mi aportación es un relato narrado en prosa poética con algún enlace en verso, que habla en primera persona de la violencia contra las niñas. Un pequeño homenaje al Día Internacional de la Niña.

Os dejo aquí una muestra de mi aportación en el libro "Mirador".
Relato El valle de las piedras: "Masha".

Obertura

En los días ocultos
el sol abandona los bosques,
el río se hiela y yo, con él, dulcemente...
En el país de piedras sin destino,
cubierta de frío, estoy.
No tengáis miedo del manto escarchado
ni del ronco quejido,
¡piedrecillas descoloridas!,
el viento que se reclina en el vientre de Jashka
nos traerá su aliento cálido,
perfumará nuestros cabellos.
¡Mirad con sus pies danzadores
a la nieve descalza!
Trepa por laderas como ninfa de espuma
y en las cimas cimbrea su corona nívea.
Y allá, más arriba,
alrededor de los anillos del sol,
las aves fabulosas hacen sus nidos
y mecen los inviernos niños...
Los inviernos de piedras pequeñas,
para que el corazón se arrulle y no muera...
¡Agua, no corras, ve despacio!
esta noche Luminosa viaja intrépida,
vuelve al renacer del tiempo en los pistilos,
verterá en cada sueño
alfombras aurorales,
formará regueros de días recién nacidos.
Y yo, junto al río, dulcemente...


Clarisa Tomás Campa. © All Rights Reserved.

Gracias, lector.

Desde aquí mi agradecimiento a los compañeros participantes en esta obra y mi admiración por sus textos geniales. Gracias por darme la oportunidad de participar en este proyecto literario ilusionante. ¡Felicidades!