domingo, 29 de diciembre de 2013

CANTO DE AMARA




Me figuro un planeta
donde el alma esté alegre,
donde el aire nos llene
de verdad los pulmones.
Un lugar para el arte
del amor libertario,
donde besos, sean hechos,
del sentir más primario.

Me figuro montañas
de palabras sinceras,
al remanso de ríos
de corrientes alternas.
Valles hechos de rosas,
con su aroma, latidos,
de corazones partidos
que curados, sanean.

Las mañanas ausentes
de codicias mundanas,
y las tardes repletas
de caricias y besos.
Arboledas de abrazos
esparcidos al viento,
y entre cauce y remanso,
liberados viajeros;
y como otros, nosotros,
por un tiempo y un hecho.

Y el amor, con su mano,
dibujando a su antojo...

🌱🌱🌱

Clarisa Tomás Campa.  © All Rights Reserved.

...Y recuerdo su voz como gorjeo de pajarillo, a veces en francés, y otras, en su precioso lenguaje materno, cantando a dúo con el silbido de aquel viento cantor...
Del libro El aliado de Amara de Clarisa Tomás. Pág. 58. (Círculo Rojo, diciembre 2012)

Gracias, lector. 📚🙏 (Gracias, Hugo, por tu maravilloso espacio cultural).


lunes, 23 de diciembre de 2013

ALAS DE UTOPÍA

Imagen del film: "Las nieves del Kilimanjaro". (2011). Director: Robert Guédiguian. Drama social. Basado en un poema de Victor Hugo, titulado: "Les pauvres gens".

CUENTO: ALAS DE UTOPÍA


El año dos mil trece fue un año muy malo.Vi morir a mucha gente en todo el mundo, vi crecer las desigualdades y ahora, éstas, forman la montaña más alta sobre la tierra. ¡Oh, Himalaya helado! ¡Karakórum muerto de frío!.
Y vi a la mentira caminar sobre tacones de aguja, por los pasillos de la Justicia, sin justicia alguna; y por los tribunales innombrables, de toda clase e índole parecida, entre las doctas doctrinas anacrónicas, fundamentos feudales, salones de Pilatos, semillas de diablos, mafias de corruptelas, señores de la guerra, señores de los bajos fondos monetarios, señores que abren y cierran las verjas, con su feudos de riquezas, con sus descabelladas ignominias, aplastando como aquel Atila, cualquier brizna naciente. La mentira altiva, la vi viviendo entre sus adornos, presumiendo en las testas huecas y en las cadavéricas ideas. Un carnaval de fanfarrias, un ensayo circense con mártires desnudos, un baile infrahumano, pisoteando a la agónica dignidad y a la inocencia, mientras cuatro jinetes apocalípticos cruzaban la tierra...
Y vi un mar embravecido atizar a la tierra, mientras la tierra se quejaba y se quebrantaban sus cauces; mientras se quemaba su flora, se aniquilaba su fauna, se rompía su equilibrio. Y vi las guerras de siempre con sus zarpas, y a las nuevas guerras proliferar en todas partes, mientras los poderosos se repartían esclavos; y vi a la violencia solícita, levantar su cola de serpiente y dejar su rastro...

El corazón se ha quedado mudo. La tierra está llena de corazones mudos, flotantes, invisibles a la opulencia; invisibles a los edificios hechos con sangre y llenos de riquezas.
Son corazones invisibles a esos que ríen desde sus atalayas; ésos que llevan al desahucio a miles de corazones desamparados; ésos que enferman a sus hijos con regalos manchados con el llanto de otros niños, mientras roban el pan y los salarios; ésos que acaparan privilegios, y viven en sus paraísos, mientras besan a santos y tapan la boca del hambriento con un credo. ¡Falsía de los tiempos!
Yo he visto convertirse a un hombre en monedas, literalmente; otros, en lujosos brillantes; algunos, por la boca y los ojos les salían billetes escupidos y enrollados, cual bola de estiércol de escarabajos peloteros.  Y he visto el helor en las caras de los gobernantes. Sí, creo que en el año dos mil trece, comenzó una nueva glaciación; ésa, que los visionarios venían anunciando desde hacía tiempo.
El año dos mil trece fue el peor año sobre la tierra, y tristemente, la tísica conciencia enmudeció. Ése, fue el signo que indicaría lo peor de esta era glacial. Conciencia muerta: mundo sin Ley.
Es cierto que ha habido otros tiempos anteriores muy malos, pero nunca moría del todo la esperanza, y al siguiente año, brotaba algo de conciencia. Pero el año dos mil trece, fue también el año de la desesperanza, de la conciencia muerta, y su semilla ya no se encuentra. Será difícil poder sembrar sin ella... 
Todo fue corrupto. Todo fue perdido. Murieron ¡muchos!. Muchos niños, muchos perros, muchos árboles, muchas flores...
Ahora, que nos aproximamos al año venidero, leo a los viejos maestros, y realmente todo estaba escrito. El visionario intuía este desorden sin conocimiento, el asalto a toda bondad de la vida, el estrepitoso derrumbe del sentido común. La era de los "pies descalzos".

Hoy, sin más aviso, una parte del cielo se desplomó de golpe. Hay un gran boquete sobre el techo del mundo y creo que los que van descalzos, ya no tienen estrellas que les alumbren en su negro caminar. Todas han caído.
Como podemos, algunos, arrastramos viejas esperanzas utópicas, soñando aún con lo indeterminado, con aquel cuento no escrito, a ver si de tanto anhelar, llueven rosas; rosas misteriosas, con aroma a pan de miel...  La utopía tiene los días contados (cuentan los apocalípticos), pero yo me rebelo y rebelo. La palabra es mi aliada y aún espero rosas.

Sufro una crisis de existencialismo en medio de una enfermedad incurable y bastante común: fiebre de incomprensión.
Me siento como aquel niño que agoniza de hambre, mientras su madre aún lo acuna y le estira los huesos, y él, sólo ve a otros niños que ya no tienen madres cómo son devorados por los buitres, mientras sus ojos aún no se han cerrado. ¡Ven dulce sueño!, cierra mis ojos...
Sufro el despojo de la dignidad, la absoluta inclemencia, la desilusión de la vida que se marchita sin una respuesta, sin un alcance, como un punto de luz en un cielo distante...

Tantos huérfanos viajeros sin lugar en la tierra, porque otros así lo han decidido. Porque nuestra heredad nos han robado, y los dirigentes de las patrias nos han abandonado a esta suerte de los que van descalzos. Codicia y avaricia de los que roban todo; de los que han despojado a los niños de su cielo y sus alas.

Hoy atenazan con fuerza una vergüenza errante, y, una impotencia grande. Gente sin techo vaga... Pero los niños sin tierra, los desheredados han comenzado a contar de nuevo la historia, y escriben en la tierra sobre el barro, con sus pies desnudos, con sus manos de claveles y rosas. Quieren escribir su cuento, oír otro cuento, vivir otros finales. Los descalzos del mundo se han aliado, tejen escaleras y trenzan razones. Se han propuesto subir muy alto, más allá de los cielos de "Cazador". Y Orión les espera con su flecha de luz.  Y hasta las piedras se visten con chispas de colores y simulan ser estrellas.  Las raíces del mundo quieren brotar de nuevo, han de brotar. Brotarán. 
Mientras los "ajenos" al mundo viven sus historias teatrales, cantan sus mentiras y se consumen en sus vanidades, los descalzos del mundo, han subido a las nieves del Kilimanjaro, y él, se derrite, se derrite... 
Mañana se asomarán a un ventanal del alba, desde allí, han decidido lanzar cartas y una rebelión de palabras que harán sus peticiones, a esos transeúntes celestes que pasan lejanos al final de cada año, y que son navegantes de los cielos, reyes magos sin magia, que solían repartir bondades y zapatos llenos de esperanza, allá en otros tiempos. Todos saben, que aquellos cuentos de camellos cruzando el desierto y renos remando por los cielos, los inventaron los pobres que habitaban en las tierras sin nada, para calzar sus noches descalzas. Todos saben, que por la tierra de los descalzos, hace siglos no pasan, y que el señor Consumo Global, acaparó toda su carga de solidaridad y la llevaron a otros paraísos terrenales privados. Pero ellos también saben, que las acciones conjuntas generan fuerza; que los cambios ocurren, cuando se da la vuelta. Que solidaridad es la raíz de la Tierra. Que todos los descalzos del mundo, unidos, si fijan su mirada en el cielo, harán que lluevan rosas.
Y este empeño contagia, la utopía persigo. Miro por mi ventana: pido unas alas...

Del libro de cuentos y relatos "Ojalá lluevan rosas", por Clarisa Tomás.

NOTA:
La película "Las nieves del Kilimanjaro" de Guédiguian, no tiene relación con la película dirigida por Henry King en 1952, basada en una novela de E. Hemingway y que tiene igual nombre.  La obra de Guédiguian está basada en un poema de Víctor Hugo, titulado “La pobre gente”, y que él adaptó el final poético (de forma libre). El poema relata la historia de un matrimonio con cinco hijos y pocos recursos económicos para sacarlos adelante. A pesar de ello, cuando una vecina madre de dos niños muere, el matrimonio los adopta, ya que se han quedado totalmente solos. Esa grandeza de la gente pobre, muy pobre, se refleja en esta película, y que su autor ha sabido trasladar al mundo contemporáneo, abordando problemas sociales del momento actual, en la idea de que: "La esperanza está en la reconciliación de la gente pobre". Una ventana a la posibilidad de ser felices, aún en la pobreza, porque ser pobres no significa ser miserables. Los problemas sociales y la solidaridad entre los trabajadores ha sido una constante en las obras de Guédiguian. Su talento creativo lo basa en un pensamiento de Jean Jaurés: "Comprender lo real para ir hacia lo ideal". De ahí, que en sus obras, los problemas sociales suelen tener relevancia.

Fragmento I del poema de Victor Hugo: "La gente pobre"
Es de noche. La choza es pobre, aunque segura.
Sombrío es su interior, mas algo se percibe
que irradia entre las sombras de su oscuro crepúsculo.
Redes de pescador cuelgan de sus paredes.
Y al fondo, en un rincón, una vajilla humilde,
encima de un arcón, destella vagamente,
y una gran cama adviértese, echadas sus cortinas.
Cerca, un colchón se extiende sobre unos viejos bancos,
y cinco niños sueñan en él como en un nido
de almas. El hogar donde unas llamas velan
alumbra el techo oscuro, y una mujer, de hinojos,
la frente sobre el lecho, reza y piensa, agitada.
Es su madre. Está sola. Blanco de espuma, afuera,
contra el viento, las rocas, las sombras y la bruma,
el torvo Océano lanza sus oscuros sollozos.

Gracias, lector. 📚🙏